Jan van Eden y Pepa Santolaria han dedicado su vida a la creación y difusión del arte. Desde hace 30 años dirigen la galería Art Singel 100 en Amsterdam, su ciudad de residencia, desde la que han ayudado a artistas españoles a difundir su obra más allá de nuestras fronteras, pero todos los veranos volvían a la casa familiar Sabayés, donde Pepa pasó su infancia.
Hace unos años decidieron canalizar sus esfuerzos para la difusión del arte a través de una Fundación a la que denominaron vanEs. Sus estancias cada vez más prolongadas en España les hicieron decantarse por nuestro país para construir un centro desde el que gestionar y desarrollar las actividades de la nueva Fundación que, tras la pérdida de Pepa, Jan continúa impulsando.
El programa del nuevo edificio debía incluir zonas para el almacenaje de obras de arte, zonas para exposiciones, áreas para talleres, un espacio para cafetería y una zona exterior para poder exponer o trabajar al aire libre. Sin tener una idea muy clara de las dimensiones o características concretas de estos espacios, sí estaba claro que todos debían tener una cierta independencia y, al mismo tiempo, estar relacionados visualmente entre sí. Jan quería, además, que en la primera fase que aquí presentamos tan solo se ejecutara la envolvente y las acometidas de las instalaciones, de forma que se pudiera ir dándole forma posteriormente al interior en función de la evolución de las necesidades de la fundación.
El solar elegido se encuentra en el límite meridional del núcleo de Sabayes, delimitado al norte por la calle mayor y al sur por el camino que lleva a la ermita de la Virgen de Patrocinio. Al oeste linda con un caserío en rehabilitación y al este con una nave agrícola y pequeñas viviendas abandonadas.
La volumetría del nuevo edificio, así como su posición en este difícil solar, buscaron desde el principio entablar un diálogo con un contexto tremendamente complejo. Para funcionar como verdadera articulación entre estos elementos, el proyecto debía conjugar arquitecturas de diferente escala y condición, así como poner en relación dos calles entre las que existía un desnivel de más de 6 metros.
El edificio se divide por tanto en dos cuerpos maclados y ligeramente girados. En el espacio de macla se produce tanto el acceso principal a la cota inferior como la comunicación visual entre los dos niveles. La división en estos dos volúmenes de la construcción nos permite, por un lado, adaptarnos a las distintas geometrías del contexto y, por otro, fragmentar un programa relativamente grande, adaptando las dimensiones finales de nuestra construcción a las de los edificios del entorno.
En cuanto a su ubicación, el edificio se separa del caserío y de la calle Mayor, dilatando su recorrido y dibujando con ello un espacio común de relación con la edificación existente. A través de este espacio se producirán no solo los accesos al edifico, sino también la comunicación entre el nivel de la calle Mayor y el camino de la cota inferior. Este espacio de articulación virtual actuará también de vestíbulo exterior de la Fundación. Frente a esta separación, al lado oeste nos adosamos a la variada medianería de la nave agrícola y las viviendas en desuso, en un esfuerzo por incorporar de alguna forma estas piezas a la trama urbana.
El cuerpo más alto se remite por su geometría y dimensiones al caserío cercano. Pese a su separación, sus cubiertas inclinadas y sus volúmenes permiten leer ambos edificios en continuidad. El más cuerpo bajo queda adosado a la nave agrícola, construyendo una nueva medianera homogénea frente a la misma. La cubierta plana busca incorporar visualmente el volumen al conjunto de aterrazamientos que construyen el frente meridional del núcleo.
A nivel de programa, la planta inferior estará dividida en dos partes: por un lado, un almacén para la colección de la fundación y por otro, una sala polivalente. Ambos tienen unas dimensiones generosas que posibilitan tanto la exposición como el trabajo con obras de gran formato.
En la planta superior se dispondrá una pequeña cafetería con un área de exposiciones propia y un pequeño aseo-almacén. Tras la cristalera a sur, se sitúa la terraza abierta al paisaje, con vistas privilegiadas sobre la hoya de Huesca y la sierra de Guara. Este espacio podrá ser usado indistintamente como extensión de la cafetería o de la zona de exposiciones.
La comunicación entre las dos plantas se produce a través de una escalera exterior que, al mismo tiempo, resuelve, como ya se ha indicado, el acceso desde la calle Mayor. Esto es así tanto para vincular el uso del centro a los recorridos urbanos como para liberar el espacio interior de las circulaciones verticales y conseguir así que las actividades de ambas plantas puedan funcionar de forma independiente. En cualquier caso, está prevista la instalación de una plataforma elevadora en el hueco interior para facilitar el movimiento de personas con movilidad reducida o de obras de arte entre los dos niveles.
En resumen, el esfuerzo por fragmentar el volumen edificado y hermanarlo a sus vecinos, así como la voluntad de integrar la actuación en la trama urbana y el paisaje, han guiado el diseño y ejecución de la fundación VanEs. La luz, el paisaje y las vistas cruzadas animan, caracterizan y enlazan los espacios interiores.